Depresión

La depresión, probablemente, el trastorno mental más frecuente en el mundo, pues actualmente es una de las principales causas de discapacidad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), representa un 4.3% de la carga global de enfermedad y afecta a unos 121 millones de personas en el mundo.

Los trastornos depresivos interfieren con nuestro funcionamiento cotidiano y afectan, no solo a los pacientes, sino también a sus familiares y seres queridos. Cabe mencionar que hasta una tercera parte de las personas que padecen depresión no consultan a ningún médico, lo que repercute en el agravamiento de la condición y puede llegar a producir otras dificultades en la salud mental, emocional y física.

La depresión se representa, sobre todo, por sentimientos de tristeza profunda y persistente. Es una enfermedad grave, que puede durar varias semanas o meses, incluso años si no se trata, y que puede llegar a deteriorar significativamente la salud de los pacientes.

Causa alteraciones en los hábitos alimenticios y la higiene del sueño, produce agitación, retraso psicomotor, fatiga, pérdida de peso, sentimientos de inutilidad o culpabilidad excesiva, disminución de la capacidad para pensar, concentrarse o para tomar decisiones; también puede provocar delirios, alucinaciones, pensamientos de muerte e ideas suicidas recurrentes, inclusive, intentos de suicidio.  Asimismo, afecta la autovaloración, es decir, la autoestima y la percepción de sí mismo.

Es importante hacer hincapié en que la depresión no es un símbolo de debilidad personal y tampoco es un estado del que uno se puede liberar a voluntad.

Existen diferentes tipos de trastornos depresivos, entre ellos se encuentra el trastorno depresivo mayor, el trastorno depresivo persistente (distimia), el trastorno disfórico premenstrual, el trastorno depresivo inducido por sustancias o medicamentos, entre otros.

Son muchos los factores que pueden hacernos más susceptibles a la depresión, por ejemplo: los genes, la personalidad, la familia, el género, enfermedades crónicas, entre otros. También existen factores que pueden ocasionar una depresión, así como una pérdida significativa, presencia de una enfermedad física, estrés y sucesos vitales estresantes.

El tratamiento contra la depresión puede ser de dos tipos: farmacológico y/o psicoterapéutico, dependiendo de las necesidades y la sintomatología del paciente. El ambiente que rodea a una persona que sufre depresión es fundamental para lograr su rehabilitación, es por ello que en casos más graves, se recomienda que el paciente opte por un tratamiento intrahospitalario, el cual garantiza los cuidados y atención especializada de personal profesional y capacitado para atender cualquier tipo de crisis o alteraciones en el paciente. Cabe recalcar que, en pacientes depresivos, existe una alta probabilidad de autolesiones o suicidios, por lo cual la hospitalización es una opción recomendable.

La depresión es una enfermedad grave, pero con un tratamiento adecuado puede tener un pronóstico favorable de recuperación. Es importante que, sí creemos padecerla o conocemos a alguien que la padece, busquemos ayuda de personas profesionales.



Por Estefany Santa Cruz
Psicóloga Clínica 

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